Murió Alejandro Sabella: adiós a «Pachorra», un modelo de conducta en el fútbol y en la vida

Murió Alejandro Sabella: adiós a
La frustración tras perder la final del Mundial 2014 con Alemania, pero Alejandro Sabella sabía que ese plantel lo había dado todo Fuente: LA NACION – Crédito: Manuel Cortina

Se fue Alejandro «Pachorra» Sabella, pero lo que no se agota es la reserva moral y futbolística que deja a disposición de los que quieran ir por la vereda constructiva y superadora de este deporte. Hizo camino y merece seguidores. Su vida se apagó prematuramente, a los 66 años, por un problema cardiovascular, pero queda encendido el faro que lo constituye en una referencia por pensamiento y obra.
Fuertemente identificado con Estudiantes de La Plata, una comunión que comenzó cuando vistió la camiseta con 28 años y se prolongó en su etapa de entrenador, su ciclo en el seleccionado argentino tuvo un peso específico y un significado profundo con solo tres años de gestión.
En una de las dos oportunidades en que el seleccionado estuvo más cerca de obtener el tercer Mundial, el director técnico fue una persona racional, analítica, con un agudo sentido de la observación como paso previo ineludible a la toma de decisiones.
Siendo eso un rasgo distintivo, el liderazgo de Sabella no era exclusivamente cerebral. Lo dotó con un profundo contenido humano, transmitía emociones y sensibilidad social. Comprometía a los jugadores con sus fundamentos teóricos y la pasión contagiosa para abrazar una causa. Una vez comentó que el oficio de entrenador se apoyaba en tres patas, a las que identificó con letras: «a) que sabés de qué se trata; b) que le dedicás tiempo al trabajo, y c) que sos confiable como ser humano. Si alguna de esas tres patas se resquebraja, ahí mismo se rompe la confianza del jugador. El entrenador debe infundir respeto».
Javier Mascherano, que antes había sido dirigido por Guardiola, Pekerman, Bielsa y Basile, tras el subcampeonato de Brasil 2014 dijo que Sabella fue el técnico que más lo había movilizado con sus mensajes y predicamento, el que mejor supo llegarle a su fuero íntimo: «Desde su trabajo y convicciones me convenció de que yo iba a ser importante. Se lo voy a agradecer de por vida».
Porteño nacido en el Sanatorio Anchorena, hijo de un ingeniero agrónomo y de una maestra de escuela, vecino de Barrio Norte en su niñez, Sabella saltó de los torneos internos de GEBA (Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires) a las divisiones inferiores de River, mientras completaba la secundaria y comenzaba la carrera de abogacía que abandonó en el segundo año.
Por entonces ya se vislumbraba que tenía un buen futuro en el fútbol, como un clásico N° 10, si bien esa zurda hábil para la gambeta, precisa en el pase y organizadora del juego, no alcanzaba para desbancar en la primera división al «Beto» Alonso, ya en vías de ser ídolo de la hinchada millonaria. «Aunque pueda sonar muy duro, yo siempre fui muy autocrítico. No di la talla para jugar y afirmarme en la primera de River como hubiera querido. Alonso hacía rato que era titular. Yo no era todavía un jugador maduro. Tuve un par de cortocircuitos con Labruna (Ángel, director técnico), producto de mi juventud. El jugador siempre busca un justificativo, pero cuando se transforma en técnico entiende todo mucho mejor», expresó en una oportunidad.
El apodo «Pachorra» que lo acompañó en toda su trayectoria futbolística se lo impuso el relator Marcelo Araujo en un Sudamericano juvenil en 1974. Su contracción por el trabajo y el aprendizaje lo llevaron a Sabella a aclarar en más de una oportunidad que el apelativo no respondía a una supuesta dejadez o parsimonia en la cancha, sino a su gusto por dormir la siesta.

«Pachorra» también podría aplicarse a los tiempos morosos con los que Sabella llegó al máximo reconocimiento, como jugador y director técnico. En River obtuvo tres títulos locales, pero siempre como una pieza de recambio, en un segundo plano en los equipos de Labruna. Su influencia creció de manera exponencial cuando tras su paso por el fútbol inglés se incorporó con 28 años a Estudiantes, en 1982. Fue una de las usinas de juego en un equipo que reunía a tres N° 10 (Sabella, Marcelo Trobbiani y José Daniel Ponce) para abastecer a los delanteros Trama y Gottardi. Una fórmula creada por Carlos Bilardo, que tras la obtención del Metropolitano ’82 reemplazó a César Menotti en el seleccionado, y continuada por Eduardo Manera para el bicampeonato con el Nacional 1983. Épocas de rivalidad contra el Independiente de Nito Veiga y el Ferro de Carlos Griguol.
Antes de su regreso a la Argentina, Sabella estuvo tres años en Inglaterra. En la época que Ardilles y Villa emigraban a Tottenham, «Pachorra» aceptaba la propuesta de Sheffield United -estaba en segunda división- para salir de la sombra de Alonso. Fue un buen lanzador para el juego directo que intentaban los británicos, pero igual no alcanzó para evitar el descenso a tercera, del cual guarda una anécdota inviable en la Argentina: el día que bajaron de categoría, los hinchas ingresaron a la cancha para animarlos con que en la próxima temporada iban a ascender. Por su buen nivel, Sabella fue elegido en la votación del equipo de Sheffield en el Siglo XX. Ya era Alex para el medio británico. Al ser transferido a Leeds tuvo la oportunidad de jugar en primera división -todavía no se había creado la Premier League-, pero se topó con un problema: a las pocas fechas fue destituido el técnico que lo pidió y el reemplazante quería un fútbol a un toque, a contramano del estilo de gambeta y traslado de Sabella. Pese a todo, en Elland Road llegó a enfrentar al Tottenham de Ardiles y Villa, en un partido que la prensa británica promocionó como «La batalla del Río de la Plata».
Sabella capitalizó la experiencia en el fútbol británico. Decía que lo mejoró en lo físico y que incorporó otra visión a la única de saber controlar la pelota con que había emigrado desde la Argentina. Volvió con los conceptos de que «el fútbol también era determinación, concentración y actitud».
Sus quince años de futbolista profesional se completaron con una segunda etapa en Estudiantes, un paso por Ferro y el cierre en Irapuato de México, donde de regreso a nuestro país le puso fin a su primer matrimonio con Viviana, con quien tuvo dos hijas. Luego fue padre de otra mujer y un varón con su segunda pareja.
Con Daniel Passarella habían debutado juntos en River en 1974. Nació una amistad que se mantuvo aun cuando los caminos del fútbol los separó. Se volvieron a juntar para la dirección técnica, con el Kaiser como principal responsable y Sabella como uno de los ayudantes de campo, junto con Américo Gallego. Durante 17 años, período que incluye el Mundial 1998, «Pachorra» fue un asistente alejado de los reflectores, un firme y leal lugarteniente.
Cuando Passarella decide en 2007 presentarse como candidato a presidente de River, Sabella quedó liberado para emprender su propia carrera de entrenador. Juan Verón padre le hizo saber que era el elegido por los dirigentes de Estudiantes. En el Pincharrata le esperaba una segunda estación gloriosa, ahora como arquitecto del equipo que conquistó un título local y llevó a las vitrinas la cuarta Copa Libertadores, 39 años después de la anterior, en 1970. Una formación que se vertebraba con Andújar, Desábato, Braña, Enzo Pérez, Juan Sebastián Verón, Leandro Benítez, la «Gata» Fernández, Boselli. Su Estudiantes, compacto en defensa y selectivo en los ataques, llevó al límite al Barcelona de Guardiola en la final del Mundial de Clubes. Estuvo a minutos de ser campeón, hasta que un gol de pecho de Messi en el suplementario decidió la historia.
Se tomó un descanso, en el que llegó a evaluar una suculenta propuesta económica del fútbol árabe, que desechó cuando la AFA le tocó la puerta para ofrecerle el cargo del despedido Sergio Batista tras la Copa América 2011.
El seleccionado empezó a llevar su sello: sobriedad, solidez, confiabilidad. Las eliminatorias al Mundial de Brasil fueron un tránsito seguro, coronado con el primer puesto y la convicción de que había un técnico que generaba condiciones favorables para Messi. Su mandato también se definía por una ausencia: nunca convocó a Carlos Tevez. La lista definitiva para el Mundial tuvo la sorpresa de la baja de Ever Banega y la incorporación a último momento de Martín Demichelis, que en el Mundial apuntaló la defensa a partir de los cuartos de final, cuando le quitó el puesto a Federico Fernández.
El recorrido a la final contra Alemania estuvo sembrado de cambios, algunos tácticos, como el pasaje de la línea de cinco a una de cuatro en el entretiempo del debut ante Bosnia-Herzegovina, y otros a causa de los lesionados (Agüero y Di María). En cualquier caso, el equipo fue creciendo en carácter competitivo, se adaptaba a todo. Se hizo duro y resistente. Había una hermandad de voluntades para vencer a Suiza en el suplementario, sostener un 1-0 contra Bélgica y dirimir en la definición por penales la terrible batalla táctica frente a Holanda en las semifinales.
Sin ser favorita en la final ante Alemania, que venía de meterle siete goles a Brasil, la Argentina pudo ganar con las ocasiones que pasaron por los pies de Higuaín, Messi y Palacio. Alemania la remató en el suplementario con la combinación de dos jugadores frescos, ingresados desde el banco: centro de Schürrle, gol de Götze.
Se había estado cerca del tercer título mundial en un Brasil invadido por hinchas argentinos. El dolor por la derrota era mitigado por la tranquilidad de conciencia de haber entregado hasta el último esfuerzo, como siempre reclamó Sabella.
De regreso al país, uno de los últimos actos de gobierno de Julio Grondona antes de que lo sorprendiera la muerte fue tratar de convencer a Sabella para que renovara contrato. No tenía otro candidato el presidente de la AFA. Lo intentó de varias maneras, pero no lo consiguió porque «Pachorra» quería descansar de lo que había sido «una responsabilidad enorme, un gran peso sobre la espalda».
Enfrentó y superó un cáncer de laringe con la actitud que le exigía a sus dirigidos: «No se puede dar menos que el 100 por ciento. Si se lo pedía a ellos, yo tenía que luchar para mantenerme con vida». El fútbol y quienes lo conocieron despiden a un hombre cabal e íntegro, un modelo de conducta por donde se lo mire.

Por: Claudio Mauri
lanacion.com.ar

Publicado por:

Fútbol de Santa Fe 

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