Murió Jorge Bernardo Griffa, maestro de la captación y formación de futbolistas: el gran legado que dejó en Newell’s y Boca Juniors.
Tenía 88 años y se destacó por sus trabajos en las divisiones menores con un ojo clínico único a la hora de elegir futuros cracks
Por
Sergio Levinsky
El fútbol argentino está de luto por el fallecimiento de Jorge Bernardo Griffa, histórico entrenador de juveniles y descubridor de jóvenes talentos que luego triunfaron a nivel nacional y en el mundo. Sus tareas más destacadas fueron en Newell’s, donde también fue futbolista y le dio oportunidades a jugadores que brillaron al igual que en Boca Juniors. El club rosarino confirmó su partida en sus redes sociales.
“Lamentamos profundamente el fallecimiento de Jorge Bernardo Griffa. El Maestro, símbolo indiscutido de Newell’s, fue jugador, técnico de inferiores y el creador del semillero leproso que dio enormes figuras al mundo. Tu legado siempre será parte de nuestra historia, que en paz descanses”, informó La Lepra.
Como formador de futbolistas, puede preciarse de que pasaron por él nada menos que Jorge Valdano, Américo Gallego, Ricardo Giusti, Gabriel Batistuta, Fabián Basualdo, Roberto Sensini, Fernando Gamboa, Mauricio Pochettino, Gerardo Martino, Juan Simón, Walter Samuel, Maxi Rodríguez, Aldo Duscher, Julio Zamora, Abel Balbo, Pablo Guiñazú, Gabriel Heinze, Santiago Solari, Diego Mateo, Víctor Civarelli, Norberto Scoponi, Julio Saldaña, Eduardo Berizzo, Juan José Rossi, Víctor Ramos, Gustavo Dezotti, Ariel Cozzoni, José Luis Pavoni, Sergio Almirón, Bruno Marioni, Darío Franco, Iván Gabrich, Marcelo Escudero, Pablo Paz, Juan Manuel LLop, Leonardo Biagini, Alfredo Berti, Lucas Bernardi, Lionel Scaloni, José María Bianco, Damián Manso, Enzo Bulleri, o Marcelo Bielsa, todos de la escuela de Newell’s.
“De pibe me decían “aceite quemado” porque mi mamá me peinaba con gomina y parecía que tenía aceite en la cabeza, y era hincha de Independiente por mi tío Carlos, que me insistía, porque mi padre era de Banfield, pero nunca se opuso. Me gustaba mucho Ernesto Grillo y antes de ingresar a Newell’s como jugador, tuve el privilegio de conocer a Vicente de la Mata cuando yo tenía 15 años y él jugaba en un torneo de veteranos en Arteaga y me pasaba a buscar a Casilda para que fuera. A ellos yo los juntaba en las figuritas”, recordó en una entrevista.
Griffa tuvo una adolescencia humilde y alternaba el fútbol con distintos trabajos para vivir. “Fui cadete, aprendiz de telegrafista en el correo, y ya en Primera vendía vino León con Pichulo, compañero mío en Alumni de Casilda. Cargábamos el camión después del entrenamiento frente a la cancha de Newell’s e íbamos parando en Zavalía, Pujato, Casilda y vendíamos en los almacenes gracias a las vinculaciones que teníamos como jugadores. Recién dejé de trabajar cuando me fui a España”, relató.
Antes de recalar en Newell’s pudo haber jugado en Platense (“me querían fichar pero no tenían pensión y me tuve que volver”) y hasta Rosario Central (”me probé allí por Rímini, un periodista rosarino, y gusté, pero “el alemán” Chelli, un maestro de Newell’s, me fue a buscar a Casilda y me convenció. Mi ilusión, en ese entonces, era jugar en un equipo profesional”).
Recio y duro marcador central (“me decían hacha y esas cosas por mi forma vehemente de jugar. Con 1,81 metros, yo era muy fuerte en el choque. No perdía ni al saltar ni al trabar”), debutó en Primera ante Independiente un 16 de octubre de 1954 tras alternar en la Cuarta de Newell’s con José Yudica y Roberto Puppo y pasar por la Cuarta especial y la Primera local. No le fue bien en el primer partido. “Nos metieron tres y nos bailaron. Me tocó marcar por la punta a Rodolfo Micheli, quien hizo todos los goles y no volví a jugar por un año. Luego me afiancé, jugué hasta 1959 cuando jugando el Sudamericano con la selección argentina, además de que ganamos el torneo, el intermediario Artur Bogossián me vio marcar a Pelé y me dijo ‘Tú pertenecer a mí, yo llevar a Europa’. Y cumplió”.
Ya para ese entonces, Griffa arrastraba silenciosamente una lesión (“Toda mi carrera la hice con los ligamentos cruzados de mi rodilla derecha rotos. Me los rompí a los 21 años en la cancha de san Lorenzo y como era muy complicado operarse, seguí así. Me dolía tanto que los lunes me los pasaba acostado con hielo en la pierna y para jugar, me vendaba debajo la rodilla y eso impedía que se estirara del todo. Si no hacía eso, se me iba la pierna. Lo suplía con temperamento, pero operarse de los cruzados en esa época era prácticamente abandonar el fútbol”). Recién fue intervenido en 2016 “y porque ya estaba rengo”, le dijo en una entrevista a la revista “El Gráfico”.
El 13 de septiembre de 1959 debutó en el Atlético Madrid ganando 3-0 como visitante a Las Palmas en lo que sería el inicio de grandes temporadas como rojiblanco. Ese mismo año, el Atlético ganó la Copa del Generalísimo (actual Copa del Rey), que fue la primera que obtuvo el club en su historia, y dos años más tarde, en 1961, la volvió a ganar y al mismo tiempo fue subcampeón de la Liga, en 1962, fue campeón de la Recopa europea (primer título internacional) y al año siguiente volvió a llegar a la final pero cayó 5-1 ante el Tottenham inglés, pero otra vez ganó la Copa de España en 1964/65 y la Liga en 1965/66. “El único defensor extranjero, aparte de mí, en esos años, era el uruguayo Pepe Santamaría, en el Real Madrid. Lo habitual en esa época era traer atacantes desde Sudamérica”, recordó Griffa, quien jugó diez años como rojiblanco hasta transformarse en el jugador no español con más presencias con esa camiseta con 203 partidos hasta que recién en 2011 lo superara el colombiano ex Boca Luis Amaranto Perea.
Dejaba un gran recuerdo, especialmente del trío defensivo que conformó junto con Calleja y Rivilla, uno de los más importantes de la historia del club. “Con Calleja tuve una gran relación-. Recuerdo que al llegar le dije ‘vos me vas a enseñar a vivir fuera de la cancha, y yo te voy a enseñar a vivir adentro’”. El Atlético le ganó las dos finales seguidas al Real Madrid cinco veces consecutivas campeón de Europa, y en ambas ocasiones, en el Santiago Bernabeu. “A ellos todos le jugaban con temor, pero nosotros éramos bravísimos, prepotentes. Faltaban cinco minutos para terminar, y Alfredo Di Stéfano me preguntó ‘¿Será posible, Jorge, que nos ganen otra vez?’ Y le respondí ‘Sí, pelado, y no te acerques por nuestro área porque podés perder la cabeza’, jaja”.
Griffa recuerda que en ese Atlético Madrid “Luis Aragonés manejaba el equipo de mitad de la cancha hacia adelante y yo, de la mitad hacia atrás. Éramos dos potenciales entrenadores, los DT de adentro de la cancha y si alguien no daba todo, yo le decía ‘En el entretiempo te agarro y te mato en el vestuario. Aragonés dijo un día ‘Griffa nos enseñó a ganar’ porque yo les repetía ¿muchachos, me importa un comino contra quién juguemos. Vamos a ganar, ¿me entendieron?”.
Ya en el final de su carrera, en 1969, pasó al Espanyol, que estaba en Segunda División y consiguió el ascenso, por lo que siguió otra temporada en Primera y se retiró en 1971, con 36 años, “antes de que comenzaran a silbarme”.
Con la selección argentina debutó en 1958 y estuvo cerca de ir al Mundial de Suecia. Estuvo preseleccionado, pero al final, el DT Guillermo Stábile le dijo que no tendría un puesto (“mejor, porque me salvé del desastre”), aunque tuvo la revancha en el Sudamericano del año siguiente, que ganó Argentina como local. Años más tarde casi juega el Mundial de Inglaterra 1966 para España (”estaba pasando mi mejor momento y yo tenía la ciudadanía. El DT Villalonga me habló pero apareció el “Toto” Lorenzo y me insistió para que fuera con Argentina pero después desapareció, así que viajé para ver de cerca el torneo pero no lo jugué. Creo que el “Toto” sabía ya que España estaba en el grupo de Argentina y no quiso que yo jugara en su contra y por eso lo hizo”.
Una vez retirado, comenzó su carrera de DT y al poco tiempo, Newell’s le ofreció la chance de dirigir en Primera. “Intenté aprovechar todo lo que se me brindaba y capitalicé una serie importante de cosas, con la ambición de perfeccionarme y darle el valor adecuado. Al regreso, pensaba en lo bueno de Europa y en lo destacable de nuestro fútbol. Vi el panorama desde otro ángulo. Me di cuenta de que se juega por intuición y no por estudio. Profundicé en factores para mejorar, la cosa pasaba por inculcar la potencia y la velocidad europeas a la técnica argentina. Cuando los dirigentes Armando Botti y Alberto Ilarrescondo me ofrecieron la chance, acepté, creyendo que lo haría bien, pero una serie de errores en el perfil de la orientación de la tarea, fundamentalmente ante un campo tan abrupto para la filosofía del futbolista de esa época, hicieron que no fuera un éxito mi labor”.
A partir de allí, comenzó la prolífica carrera de Griffa como maestro de generaciones de futbolistas. “Botti fue el que apuntaló el trabajo para terminar de sacar del letargo a las divisiones inferiores. Todo comenzó con una tarea muy simple: realizar un ordenamiento general de aquello y echar a rodar una estructura que hasta ese momento carecía de ritmo. En pocas palabras: tratamos de evitar el Newells comprador de futbolistas para buscarlos en nuestra ciudad y su zona de influencia para demostrar que con ellos se podían hacer muy buenas cosas. Lo inicial fue rodearme de gente con la misma mística y buscar jugadores que se adaptaran a esas pretensiones”.
“¿Por qué el fútbol juvenil? Era algo que sentía. En ese momento, se enseñaba por instinto antes que por conocimiento, y yo pensé que había que prepararse para que el instinto quedara como una historia vieja y empecé a enseñar y a aprender, a aprender y a enseñar. Aprendía de lo que miraba, de lo que olfateaba, de lo que probaba y me salía mal o probaba y me salía bien, de lo que había que ampliar o eliminar, y en esa cantidad de conceptos que me fue enseñando el fútbol, me hice eco de las necesidades”.
“Empezamos en 1973 con Puppo, Bermúdez, Castaño, Musante, el profesor Mazza, Miralles, y luego se fueron agregando Bielsa, Donsanti, Picerni, Borrelli y otros. Lo que sucede es que en muchos clubes a las divisiones inferiores se las trató como necesidad social, de acostumbramiento, sin pensar que es la solución para la institución. Por supuesto que nuestra intención es tratar de tener a los mejores jugadores. Pero una prioridad es el estudio. Nosotros preparamos a los chicos y a los padres para que llegado el momento en el que el chico no pueda llegar a los planos superiores, sepa que el fútbol es una alternativa y no una seguridad. En el fútbol no se termina la vida”, argumentó.
“El trabajo en las inferiores es un escalonamiento –decía-, Hay que apuntar a un esfuerzo de tres a cinco años y a una sucesión al paso del tiempo para captar y valorar el desarrollo de lo que uno desea. De las ocho y media de la mañana a las nueve y media de la noche, todos los días. Se trata de un trabajo planificado en todos los detalles. Hasta hace dos años no teníamos ni cancha para trabajar y después, por suerte, contamos con el polideportivo de Bella Vista. De alguna manera se ayudó al club a salir del problema económico, a sanear su patrimonio, a conseguir u buen equipo con jugadores hechos en el club. En principio, toda la gente estaba en contra. Ahora sucede todo lo contrario y NOB se transformó en un club vendedor. No entiendo la obligación de ser campeón. Eso es un hecho circunstancial”.
“Para elegir jugadores –insistió-, no son todos iguales. A veces bastan quince minutos, otros necesitan más tiempo. Buscamos buena técnica y temperamento así como que sean buenos receptores de las enseñanzas. De cien chicos pueden llegar seis y si se trabaja únicamente para esto, no se ha sido muy feliz. El resto debe lograr una preparación mental y física sana que los prepare, creándole una disciplina, un orden y una predisposición al esfuerzo que marcarán sus pautas y modos de vida. El esfuerzo realizado al terminar un ciclo en Primera implica que aquellos que no han podido seguir en el club estén ubicados en el resto de las instituciones del país”.
Con respecto a los jugadores, fue claro en su definición: “El salto al profesionalismo es inevitable, lo que generalmente es perjudicial es el súper profesionalismo. Por eso tratamos de inculcarles humildad y respeto, para que puedan llegar a ser buenos profesionales.
Al poco tiempo, llegó la explosión del semillero de Newell’s y muchos jugadores destacados llegaron a Primera y además del torneo Metropolitano de 1974, vinieron los títulos reiterados en los años Noventa. “¿Cuál fue la clave para que eso sucediera? Antes los chicos iban a probarse a los clubes. Era muy difícil conseguir un contacto para una prueba. Mi pensamiento fue ‘cómo podemos competir con River, Boca y los grandes?’ Le propuse a la dirigencia que en vez de esperar a que traigan jugadores, fuéramos a buscarlos. Y en vez de sacárselos, le ofreciéramos un convenio al club de origen para que también tuvieran algo. Y nos dio resultado”.
A Marcelo Bielsa lo conoció en sus tiempos de jugador (“era del montón. Lo conocí a sus 17 años. Se presentó en el vestuario con una camisa blanca y me dijo ‘¿Usted es Jorge Griffa?’, Sí, ‘¿Usted viene de Europa a este club?’, Sí. ‘Entonces, usted está loco’ terminó, dio media vuelta y se fue. Ese fue nuestro primer diálogo”).
Griffa relató que con el tiempo, Bielsa le dijo “yo quiero ser técnico” ni bien se retiró. “Perfecto, vení a trabajar conmigo y veremos hasta dónde podés llegar. Necesitás tener un grupo de chicos elegidos y trabajados por vos y ese será el equipo del futuro”, le dijo, “porque él ya creía que sabía y quería empezar a dirigir. En esos años buscamos chicos por el país y se armó esa Cuarta especial que luego fue la base del equipo campeón de 1991 y 1992″.
“Le propuse a Marcelo hacer un recorrido por el interior para captar chicos y le dije que ese equipo de Mario Zanabria se iba a terminar en algún momento ‘y necesitaremos tener un entrenador preparado, que sos vos, y a un grupo de jugadores nacidos en de sus propias divisiones inferiores. Hay que buscarlos.’ Y así armamos esa red por todo el país. Yo llamaba por teléfono a distintas ligas y les decía ‘voy a ir yo, o va a ir Bielsa’ y nos íbamos manejando, charlando”, continuó. “Le dije que en ese momento él no estaba preparado todavía y no tenía que cometer el error que cometí yo y entonces se fue preparando con un grupo en el que estaba la base del Newell’s ganador de Yudica más unos cuantos juveniles como Gamboa, Pochettino, Berizzo, Franco y Batistuta, y le dije “con esto vas a llegar a Primera y efectivamente, a los dos años, él pegó el salto, se transformó en DT y creció muy rápido”.
Bielsa siempre lo reconoció como su gran maestro. Y vivieron historias que a lo largo de los años se volvieron célebres. Griffa le contó a “El Gráfico” cómo lograron que Pochettino jugara en Newell’s. “Fuimos a Santa Isabel, cerca de Venado Tuerto, a dar un curso. Y en el asado de la noche, que era una regla de oro, alguien comentó de un pibe muy fuerte, Mauricio Pochettino, que estaba por ir a Rosario Central. Ya de regreso, yo manejaba y Bielsa me preguntó ‘¿A qué hora llegamos a Rosario?’ y le respondí ‘No, Marcelo, nos vamos a Murphy a ver a este chico Pochettino’. Llegamos a su casa a las 2 de la mañana y no había timbre. Nos pusimos a aplaudir, golpeamos la ventana. Se asomó el padre, no entendían nada, estaban durmiendo. ‘Soy Jorge Griffa, vengo porque quiero hablar sobre su hijo’, le dije. Nos recibieron en la cocina, estuvimos charlando, empezamos a hablar de la soja. Me dijo que el pibe iba a firmar para Central y le hablé; ‘Mire, no le digo que no firme para Central, pero que pruebe en Newell’s y luego elija. No es lo mismo ir a un club que tener dos para elegir’. Entonces, en un momento le pregunté si lo podía ver y nos llevó a la habitación, estaba durmiendo. Levantó la sábana y era un elefante (risas)”.
También fue descubridor de Gabriel Batistuta. Lo contaba así: “Vino en un equipo de Avellaneda, ciudad del norte de Santa Fe, a Rosario, a jugar un campeonato provincial. Lo vi grandote, fuerte, no le pegaba tan bien pero tampoco tan mal, y cabeceaba fuerte, todo por instinto e improvisación, porque nadie le había enseñado nada. No le gustaba mucho el fútbol, tenía dudas, así que pedí hablar con su papá. Y el padre tampoco estaba convencido. Le pedí que probáramos un año, que el chico iba a seguir estudiando en Rosario, porque yo los hacía seguir estudiando. Probamos y quedó, por suerte. Bati llevaba un tiempo en el club y un día vino y me pidió unos viáticos. Como los clubes estaban fusilados, así que yo a muchas veces les daba dinero de mi bolsillo. Entonces le dije ‘andá a limpiar todos los vidrios de la cafetería y te doy esa plata que vos querés. Y lo hizo”.
Cuando llegó diciembre de 1995 y Mauricio Macri ganó las elecciones presidenciales en Boca, le ofreció a Griffa hacerse cargo de los juveniles del club y consideró que era el momento justo. “De Newell’s me fui porque con el presidente Eduardo López no coincidía en nada. No en el fútbol sino en la vida. Ya no podía estar ahí. Me vino a buscar a mi casa y me mantuve en la negativa. Decidí dedicarme a mi campo que tengo en Arequito pero a los pocos meses me llamó Macri a mi casa para decirme que si ganaba las elecciones, me quería en el club”.
Por aquel tiempo, Macri manifestó su ambición de que en un futuro próximo Boca tuviera “9 de los 11 titulares surgidos de las divisiones inferiores”. “Fue una frase anecdótica –aclaró Griffa años más tarde- Si dijo “9 de cada 11″, al final los tendrá. Lo importante es el proyecto, porque Boca se transformó, con el tiempo, de comprador a vendedor y si compró en algún momento, fue por una necesidad puntual, pero es una tendencia que fue disminuyendo”.
“Antes para los jugadores, el hecho era llegar a Primera. Ahora cambió y tomó un perfil económico. Llegar a Primera pero para ganar dinero. Antes se iban menos a Europa y había que jugar mucho más tiempo para poder irse. Cuando llegué a Boca noté ese cambio. Hoy se pierde el equilibrio: primero debe ser el fútbol y luego, lo económico. Lo económico no ha hecho nada bien. Cuando hay una exageración, es perjudicial”, sostiene.
Después fueron saliendo jugadores como Ever Banega, Sebastián Battaglia, Fernando Gago, Carlos Tévez, Neri Cardozo, José María Calvo, Pablo Ledesma, Nicolás Burdisso o Guillermo Pol Fernández, pero también Christian “Chaco” Giménez o Alfredo Moreno, que no tuvieron continuidad pero triunfaron en el exterior. “No llegamos a la meta de 9 de los 11 de las inferiores porque Mauricio los vendió antes, pero yo calculo que Boca debe haber vendido por juveniles, y no le puedo errar mucho, entre 300 y 400 millones de dólares”, calculó.
Griffa recuerda el día que conoció a Tévez: “Me llamó Ramón Maddoni y me dijo ‘quiero que vengas a ver a un pibe. Tiene cosas de Maradona’. Fui, lo vi media hora y le dije a Ramón que me iba. ‘¿Pero por qué? ¡Lo llegaste a ver??, me preguntó. ‘Sí, claro, no tiene cosas de Maradona. Es Maradona’, le dije”. En 1998, vaticinó que Boca “saldrá campeón todos los años”. Comenzaba la época de Carlos Bianchi dirigiendo a la Primera.
En 2003 le llegó una oferta con un contrato millonario de la Federación Mexicana para instruir a los entrenadores de ese país. “Nuestro trabajo cambió la historia de Boca y al fútbol argentino le di todo lo que he tenido, y hasta el propio Macri, cuando supo la cifra de lo que me pagarían, me dijo que tenía que aceptar”.
Ya en 2005, México se coronó campeón mundial sub-17 en Perú, dirigido por Jesús “Chucho” Ramírez, quien había sido enviado por los Potros de Hierro del Atlante para terminar su formación como DT en Casa Amarilla por un intercambio formado por Boca con Necaxa, Atlante y América. Ramirez , porque el presidente de su club, Alejandro Burillo, consideró que tenía el perfil idóneo, y trabajó un año directamente dependiendo de Griffa y de él aprendió detalles tácticos y cómo detectar talento joven, y moldearlo. Ramirez decía que la idea que Macri le contaba era que Boca “se convirtiera en la fábrica del mundo” y al regresar a México primero le otorgaron la selección sub-15 y luego la sub-17 y aparecieron jugadores como Carlos Vela, Giovanni Dos Santos, Héctor Moreno, Adrián Aldrete, Patricio Araujo y Efraín Juárez.
Después fue director general del Fútbol Amateur de Independiente Rivadavia de Mendoza, volvió a México para dirigir las fuerzas básicas del Necaxa, regresó a Boca como consultor y supervisor del área juvenil y al finalizar este contrato, comenzó a dar cursos y conferencias en el interior y exterior y desde 2010 es es presidente honorario y director de la Asociación Atlética Bernardo Griffa, en Rosario, donde el club tiene equipos en todas las categorías y participa en la Asociación Rosarina de Fútbol. De allí salieron Giovanni Lo Celso, Walter Montoya, Marcelo Meli y Ezequiel Barco, entre otros.”Son 400 a 500 chicos que se están preparando para el futuro. De allí van a clubes grandes, con los que se hacen convenios”.
Su anterior etapa fue como coordinador general de las divisiones inferiores de Independiente, donde trabajó con su hijo Diego, su habitual colaborador Abel Alves, y los ex jugadores “rojos” Osvaldo “Japonés” Pérez, Dante Mírcoli, “El Moncho” Santiago y Diego Ríos. Iban con Ricardo Pavoni a captar juveniles cada día, y para el club quedaron jugadores como Barco, Gastón Togni y Néstor Breitenbruch, pero duró dos años y de manera intempestiva, fue sustituido por Claudio Vivas, que a su vez, estuvo dos meses en el club. “Yo estaba a gusto en Independiente pero tuve que respetar la decisión de la dirigencia. Nunca me dieron los motivos. Sólo me dijeron que no daba para más”, comentó, resignado.
En 2019, con su ex colaborador Eduardo Bermúdez como presidente, regresó a Newerll’s y el centro de entrenamientos “Bella Vista” pasó a llamarse Jorge Bernardo Griffa. “Ese predio se lo marqué yo al dirigente Mario García Eyrea, presidente del club, allá por 1976 ó 1977. ‘Tenés que comprar ese predio que está en venta. Si no lo comprás, me voy del club’, le dije. Me preguntó ‘¿de dónde vamos a sacar la guita, si no tenemos?’ me respondió. ‘Cuando vendas a un jugador, de ahí dejá una parte para esto’. Al poco tiempo vendieron a Víctor Ramos en 450.000 dólares y separó 50.000 y compraron el predio”.
“¿Por qué Central y Newell’s tienen tan buen semillero? Porque estamos en una zona privilegiada del país, por la alimentación y la forma de vida. Cada provincia tiene sus características pero en el sur de Córdoba, sur de Santa Fe y norte de Buenos Aires se come bien y se prepara a los chicos para la vida en sociedad con total normalidad”, explicó.
Escribió un libro, “39 años en divisiones inferiores”, escrito de su puño y letra, una especie de manual de sabiduría para futuros entrenadores. “Yo digo la verdad: al chico lo preparo para el éxito. Después, lo conseguirá o no, pero lo tengo que meter en el camino de un posible éxito, a donde no se entra a empujones. Tiene que meterse con la seguridad de sentirse capaz. Dicen que no importa el resultado, que si jugás bien o mal, el tiempo lo resuelve. Pero el tiempo no resuelve nada si uno no lo acompaña con sacrificio y trabajo”.
Griffa siempre era optimista, aunque con ciertas aclaraciones: “Que no queden dudas de que van a seguir apareciendo jugadores. Naturalmente, el equilibrio de las ventas y el desarrollo de los chicos, va de la mano. Los directivos deben pensar que van a poder vender cuando tengan el relevo correspondiente y no antes. Sucede que el estado de crispación en la sociedad se corre para el lado del fútbol. Hay ansiedad desmedida. Si ganás, sos exitoso. Y si no ganás, es un fracaso. Es la ley natural. El club y los DT no quieren estar del lado de la parte perdedora. Pero no hay que pasarse de rosca”.
En ese sentido, reconoce que “si se pone a un chico en Primera y se está en etapa perdedora, se hará muy difícil. Y en etapa ganadora, en cambio, con toda seguridad habrá un porcentaje elevado de tener éxito”.
Casado con María del Rosario y padre de tres hijos, le preguntaron cómo se manejaba con los padres en tiempos de tanta exigencia y presión. “Nunca he tenido mayores problemas. Cuando me vienen a pedir que jueguen, les pregunto: ‘¿usted qué quiere de su hijo? Lo mejor, ¿no es cierto?’. Cuando me dicen que sí, ahí mismo les digo, ‘yo también’”.
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