El seleccionado argentino de fútbol padece de una bipolaridad agravada por la ausencia de Lionel Messi y Sergio Agüero en particular, algo que quedó expuesto hoy con un muy buen tiempo que terminó ganando y un segundo período que lo devolvió a las sombras del pasado inmediato y por el que debió resignarse a un empate 1 a 1 con Brasil que lo sigue postergando en este arranque de eliminatorias sudamericanas.
La estadística planteaba muchos ítems para recrear o romper, según las circunstancias, como la ìmbatibilidad de Dunga como entrenador de Brasil ante Argentina en las cinco presentaciones que le cupo anteriormente; el hecho de que nunca su colega Gerardo Martino haya ganado un partido en el Monumental, y verificar si la primera vez de Neymar en eliminatorias iba a estar a la altura de su jerarquía, sobre todo en semejante clásico.
De las tres, ninguna pudo marcarse con resaltador, porque todo siguió igual en los dos primeros casos y en el tercero abundó la frustración de aquellos futboleros que seguramente esperaban mucho, muchísimo más de uno de los mejores futbolistas de la actualidad.
Es que Neymar se plantó contra la raya izquierda, como un típico wing, y no se movió de allí, facilitándole la tarea a Facundo Roncaglia, que le raspó el tobillo zurdo a los 10 minutos y lo hizo huir de la fricción por el resto del partido.
Sin él en acción plena se emparejó en parte la ausencia de Messi, porque el resto de los jugadores brasileños navegan en una alarmante «normalidad», muy por debajo de lo que supo ser el «scracht» de otros tiempos, pero a su vez más parecido a lo que era su propio técnico como futbolista.
Por eso Argentina, con un gran despliegue en el medio campo de Lucas Biglia, la solidez defensiva de Nicolàs Otamendi y un Angel Di María que honró el número 10 que hoy le tocó lucir en lugar de Messi.
Sin embargo el equipo argentino debió esperar hasta los 33 minutos para que llegara la apertura merecida en los pies de Ezequiel Lavezzi, luego de una buena asistencia de Gonzalo Higuain, que otra vez volvió a estar lejos de ese goleador aparentemente temible que grita goles todos los domingos en Nápoli.
Era justa la victoria, con sabor a reivindicación después de las primeras dos performances negativas ante Ecuador y Paraguay y la frustrante final de Copa América, en todas ellas sin llegar tampoco a la red adversaria.
Lo que le faltaba a Argentina para consumar lo que había ido a buscar ante este rival que es siempre «el que hay que vencer», era tener continuidad y mantener la intensidad en el segundo tiempo, algo que empezó a hacer muy bien, al punto que en el arranque pudo aumentar a través de Ever Banega pero el palo izquierdo se lo negó.
Entonces Brasil advirtió que no todo era tan negativo y empezó a hacer lo que no había hecho nunca en la noche, que era atacar, y rápidamente tuvo su premio porque a los 13 minutos Lucas Lima logró la paridad tras una serie de rebotes dentro del área argentina.
Argentina se sintió herida y salió en busca del triunfo que hasta ese momento le estaban quitando injustamente, pero en el ida y vuelta tuvo tanto para ganar como para perder, ya que las llegadas fueron compartidas y los riesgos también.
Y fue parda al final, con festejo brasileño y gusto a frustración argentina pese al reconocimiento de la gente por el esfuerzo realizado.
Un empate que deja a Argentina con dos puntos sobre nueve y a Brasil con el doble, pero sobre todo con la necesidad de ir por más el martes que viene a Colombia, donde alguna vez con Alejandro Sabella también supo empezar a resurgir de las cenizas en las eliminatorias pasadas.
Una pena, porque el mal de ausencias parecía no doler tanto en el primer tiempo y terminó con un dejo de frustración al final. Como para que extrañar en este equipo del «Tata» sea un diagnóstico de enfermedad.
TELAM
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