Banco Provincial, realizará un homenaje al «Flaco» Fabio Claude


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Banco Provincial, realizará un homenaje al
El plantel de Banco Campeón Apertura 2002

Ell Flaco Claude llegó a Banco en el 2002. Venía de Ciclón, a sumarse a un plantel donde tenía
algunos conocidos, que peleaba el descenso. Él también la tenía difícil, porque era pibito y
porque el titular en primera era Sergio Santone, “la Tota”, histórico portero bancario de los 90 y
2000.
Fabio, como se llamaba el Flaco, se integró lentamente al grupo de jugadores, y se acomodó en
la pretemporada como el guardameta titular de la reserva. Supo esparcir semilla de amistad con
su perfil bajo y sin disimular su timidez, armando pandilla con los demás arqueros y con los
guachos de la 83 y 84, que recién subían al plantel de primera.
De a poco empezó a frecuentar el arco de primera en los entrenamientos, y se convirtió en el
arquero suplente oficial. Puesto difícil el del arquero que se dice suplente, porque habitualmente
su rol no es protagónico ni mucho menos. Hay que saber esperar, tener paciencia y trabajar duro,
por más que ni siquiera sea requerido el esfuerzo.
Así entrenaba el Flaco, sin protestar su segundo plano. Con sus pantalones largos y su esbelta
figura, decoraba los incómodos bancos de suplentes de nuestra querida Liga sin chistar y sin que
se le escape una queja.
El momento de su debut le llegó de imprevisto. Fue todo culpa y mérito de él y de Cacho Roteta,
que con una planificación prodigiosa, inventó un futuro solo imaginable por los utópicos
soñadores.
En cuartos del Apertura 2002, con el partido Banco 1 – Pucará 1, Cacho hizo debutar en primera
al Flaco, de solo 18 años. Metro noventa y pico, brazos de nadador, corrió la mitad de cancha
hasta el área, alimentando su espíritu con el motivador cantito de los pibes de la reserva, 8 o 10,
que estaban atrás del arco: Flaaaco Claaaadee, y vamos Flaco Claude, y vamos
flacoclaaaaauudde, adaptando la melodía de «It’s a heartache», ya hecho clásico en las canchas.
No pasaron más de 5 minutos desde q entró hasta q llegó el silbatazo que marco el final del
partido. Penales. En el primero estuvo cerca, adivinó la intención, pero no llegó. El segundo se
jugó a un costado y en remate fue al medio. Banco erro el tercero y al Flaco le tocó interactuar
con la presión
Mirada fija en la pelota, golpeó dos veces sus palmas y se plantó en la línea. El disparo cruzado
del delantero de Pucará se detuvo en seco cuando pedía red. El Flaco se había acostado sobre
una línea imaginaria y tan largo como era, se estiró para ofrecer resistencia justa al balón. A la
mierda la presión. Pegó un grito leonino que levantó a la hinchada y reflotó el cantito… Flaaaaco
Claaaaudee, y vamos flacoclaaaaauudde… Banco metió el cuarto, ellos también. El quinto de
Banco adentro, y llegó la hora de la verdad: El flaco repitió el procedimiento. Palma, palma y
salto. Otra vez se jugó a la derecha, y se quedó con la pelota entre los dedos. Ahora el cantito ya
era de todos, de los pibes de la reserva, de los padres, allegados, hinchas y también de los
compañeros, que apiñados en el área grande abrazaron al Flaco y le dieron vuelta cual Obelisco.
Dos semanas después, el 8 de mayo del 2002, un miércoles a la noche se jugaba la segunda
semifinal contra Gimnasia, otra vez en cancha de La Perla. La primera la había ganado el Lobo 2
a 1, y a falta de 15 minutos para que termine el partido Banco repitió el marcador pero dado
vuelta, así que se imponía la definición por penales. Todos miraron al banco de suplentes. Hasta
Santone. En el epílogo del partido, Cachito lo hizo de nuevo. Cambio: Sale el uno, entra el doce.
Y el cantito, claro: Flaaco Claudeee, y vamos Flaco Claaaudee… Igual que en cuartos. No participó
del partido. Lo suyo era la definición. Casi en simultáneo, cuando terminó el tiempo regular produjo un repentino apagón. El estadio quedó a oscuras. La luz de las estrellas, que nadie
notaba con los reflectores encendidos, iluminó el cielo de Recreo. Algo pasó. Un ángel, un aura,
un misterio. La electricidad volvió a los minutos. Y el árbitro agarró la pelota para disponer la
continuidad, pero fue para el otro arco, el que da al este. Allá fue el héroe sin capa, y ahora sin
apoyo de fondo, porque la hinchada de Banco estaba detrás del arco del oeste.
Todos sabían lo que iba a pasar. La tensión era general, pero la presión de ellos. Fabio miró al
cielo. Algo se dijo antes del segundo penal. Palma, Palma y salto. Silbato, remate y vuelo. ¡Tapó
el Flaco! Revolcado en el suelo escuchó de lejos el himno en su honor. Se sacudió la pilcha y fue
para el costado del área. Vio como el remate de Picotón González consolidaba la ventaja de
Banco. El tercer penal no lo pudo contener. Va Diego Mazo y mete para Banco. El cuarto de ellos
era clave: Ya se sabe… palpa, palma y salto… silbato, ruido de remate y tapada. Era Fabio en su
máximo esplendor. Dibujó una recta paralela al suelo con su cuerpo, esta vez inclinándose hacia
su izquierda. Le dejó el último penal disfrazado de gloria al Oso Macaine, que se lució con un
toque suave a la red.
Los siguientes minutos, nadie pudo dejar de cantar. Había hecho historia. Dos partidos en
primera, 7 minutos jugados, cuatro penales atajados y puso a Banco en la primera final de su
vida.
Lo que queda del relato es antológico. Fabio y sus compañeros dieron una muestra de carácter
ganando la final más difícil de la historia en la cancha de Las Flores. El Flaco fue la escalera que
usaron esos irreverentes para bajar una estrella de esa noche de Recreo, y ponerla para siempre
en el corazón de Banco Provincial.
Gracias Flaco.
Flaco Clauuuudeee, y vamos Flaco Clauuudeeee, vamoflacoclaaaaauuudeeee

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